Espanol – Llamada

Recordar y renovar el Pacto de las catacumbas!

El legado „secreto“ del Concilio Vaticano II

 

El cincuenta aniversario del llamado Pacto de las catacumbas está próximo: a finales del Concilio Vaticano II, el 16 de noviembre de 1965, el Pacto fue suscrito por cuarenta obispos conciliares –a los que más tarde se sumaron otros, hasta llegar a ser suscrito por alrededor de quinientos obispos. Ellos se comprometieron a ser una iglesia „servidora y pobre“. El deseo que había formulado el papa Juan XXIII cuatro semanas antes de la inauguración del concilio, de poner en el centro de las discusiones el tema de la ‚iglesia de los pobres‘, no fue asumido como propio por los padres conciliares. Pero los obispos que suscribieron el Pacto de las catacumbas contribuyeron a que la iglesia católica romana, por lo menos en parte, mostrara „cada vez más nítido el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo hombre y de todos los hombres“ (Medellín, 5, 15).

A cincuenta años de distancia, el Pacto de las catacumbas no ha perdido su vigencia. Por el contrario: la desolación de nuestro mundo aumenta, aun cuando en algunos lugares lo hace de manera apenas perceptible; ahora hablamos de un sur global, pues la brecha entre ricos y pobres no siempre se ciñe a las fronteras geográficas; millones de personas abandonan sus países de origen en busca de una vida mejor; las guerras han vuelto a ser desde hace ya un buen tiempo instrumento de la política, a menudo disfrazadas de intervención humanitaria; las personas son discriminadas, perseguidas y asesinadas a causa de su sexo u orientación sexual. Pero hay también signos de esperanza: surgen levantamientos y protestas que exigen el fin de la corrupción y el enriquecimiento, que demandan una participación real y el fin de la democracia simulada; mujeres valientes luchan por un trato igualitario; crece la conciencia de que la salud, la educación, los bienes de la creación y su conservación son derechos humanos. El papa Francisco desea la conversión a una iglesia samaritana, aunque muchos procuran interpretar su mensaje como „seguir igual pero con un poco más de caridad“. Ahora nos toca a nosotros recoger y actualizar el Concilio Vaticano II y el Pacto de las catacumbas. Queremos participar en las discusiones sobre el futuro del seguimiento de Jesús.

Por eso los invitamos cordialmente a un encuentro internacional. La reunión se realizará del 11 al 17 de noviembre de 2015 en Roma, y concluirá con una celebración en las catacumbas de santa Domitila. Queremos hacernos presentes en el centro del poder eclesiástico: como cristianas y cristianos comprometidos con las y los empobrecidos y marginados, nos ubicamos en la tradición del Pacto de las catacumbas. Así como los obispos que suscribieron el pacto, queremos ser sensibles a los signos de los tiempos con esperanza y resistencia. Como ellos y el papa Francisco, exigimos una conversión radical: del fetichismo del dinero a la veneración de la vida del ser humano y la naturaleza; de una economía que mata, a una economía que asegure la vida de todas y todos en el planeta que es nuestra casa común; de la globalización de la indiferencia a una solidaridad que restituya a los pobres lo que les pertenece.

En el encuentro queremos recordar y entender el Pacto de las catacumbas en el contexto de los procesos y discusiones que le dieron origen y los que derivaron de él. Concebimos el Pacto de las catacumbas como un eslabón fundamental entre el concilio y la controvertida historia de sus consecuencias, especialmente en América Latina. El Pacto de las catacumbas representa una tradición profética con la que queremos conectarnos, para renovar y actualizar en ella las preocupaciones del pacto.

Pensamos que eso significa cuestionar la forma de vida de las sociedades industriales, intervenir en los conflictos de nuestro tiempo y desarrollar en conjunto visiones políticas y teológicas, sobre cómo debe ser un mundo en el que podamos vivir todas y todos. Con ustedes y con otras y otros compañeros de lucha de los movimientos de base cristianos, queremos iniciar un intercambio sobre cuestiones que nos afectan a todas y todos:

  • ¿Cómo y dónde luchamos como cristianas y cristianos contra la pobreza, la explotación y las estructuras económicas injustas?
  • ¿Que aportamos para un mundo de paz, en medio de las crisis y conflictos violentos?
  • ¿Cómo luchamos contra la discriminación y por relaciones de género sensibles y justas en la iglesia y en el mundo?
  • ¿Qué hacemos a favor del cuidado de la creación y de los intereses de las generaciones futuras?
  • ¿Qué significa luchar al lado de las y los migrantes y refugiados contra el régimen de fronteras y las estructuras racistas?

¡No perdamos de vista estas preguntas! ¡Señalemos en el centro del poder eclesiástico que el Pacto de las catacumbas no es una reliquia histórica, que las cristianas y cristianos de hoy retoman su motivación y la viven en el compromiso concreto al lado de las y los empobrecidos y marginados!

Así como los obispos del Pacto de las catacumbas y el papa Francisco, queremos ser sensibles a los „signos de los tiempos“ (GS 4) en esperanza y resistencia. Como cristianas y cristianos exigimos una conversión radical: en vez del fetichismo del dinero, la defensa de la vida del ser humano y la naturaleza; en vez de una economía que mata, una economía que garantice la vida de todos en la casa común; en vez de la globalización de la indiferencia, una solidaridad hecha ida. Porque es posible ser otra persona, en una iglesia otra, para un mundo otro!

 

 

 

 

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