Reden des Papstes mit den Bischöfen des Koordinationskomitees des CELAM und der bras. Bischofskonferenz

Wir dokumentieren hier die Rede des Papstes in Brasilien mit dem Koordinationskomitee des CELAM und vor der brasilianischen Bischofskonferenz. Die beiden Reden von Bergoglio – vor der bras. BK und vor dem CELAM – halten wir kirchenpolitisch und ekklesiologisch für höchst bedeutsam. Beide zeigen an, dass für Bergoglio Aparecida als Ereignis und Dokument zur „road map“ für das Pontifikat werden soll, und zwar in einer „emanzipatorischen“ Hermeneutik, also sowohl im Sinne einer aktiven Beteiligung des Gottesvolkes als auch im entschiedenen Einsatz für die „andere“ Welt, in der alle Menschen Platz haben. Norbert Arntz hat die vatikanische Übersetzung der CELAM-Rede gegengelesen und exemplarisch einige Korrekturen angebracht, die hervorgehoben sind.

VIAJE APOSTÓLICO A RÍO DE JANEIRO
CON OCASIÓN DE LA XXVIII JORNADA MUNDIAL
DE LA JUVENTUD

ENCUENTRO CON EL COMITÉ DE COORDINACIÓN DEL CELAM

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Centro Estudios de Sumaré, Río de Janeiro
Domingo 28 de julio de 2013

Vídeo

1. Introducción

Agradezco al Señor esta oportunidad de poder hablar con ustedes, hermanos Obispos, responsables del CELAM en el cuatrienio 2011-2015. Hace 57 años que el CELAM sirve a las 22 Conferencias Episcopales de América Latina y El Caribe, colaborando solidaria y subsidiariamente para promover, impulsar y dinamizar la colegialidad episcopal y la comunión entre las Iglesias de esta Región y sus Pastores.

Como Ustedes, también yo soy testigo del fuerte impulso del Espíritu en la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y El Caribe en Aparecida, en mayo de 2007, que sigue animando los trabajos del CELAM para la anhelada renovación de las iglesias particulares. Esta renovación, en buena parte de ellas, se encuentra ya en marcha. Quisiera centrar esta conversación en el patrimonio heredado de aquel encuentro fraterno y que todos hemos bautizado como Misión Continental.

2. Características peculiares de Aparecida

Existen cuatro características que son propias de la V Conferencia. Son como cuatro columnas del desarrollo de Aparecida y que le confieren su originalidad.

1) Inicio sin documento

Medellín, Puebla y Santo Domingo comenzaron sus trabajos con un camino recorrido de preparación que culminó en una especie de Instrumentum laboris, con el cual se desarrolló la discusión, reflexión y aprobación del documento final. En cambio, Aparecida promovió la participación de las Iglesias particulares como camino de preparación que culminó en un documento de síntesis. Este documento, si bien fue referencia durante la Quinta Conferencia General, no se asumió como documento de partida. El trabajo inicial consistió en poner en común las preocupaciones de los Pastores ante el cambio de época y la necesidad de renovar la vida discipular y misionera con la que Cristo fundó la Iglesia.

2) Ambiente de oración con el Pueblo de Dios

Es importante recordar el ambiente de oración generado por el diario compartir la Eucaristía y otros momentos litúrgicos, donde siempre fuimos acompañados por el Pueblo de Dios. Por otro lado, puesto que los trabajos tenían lugar en el subsuelo del Santuario, la “música funcional” que los acompañaba fueron los cánticos y oraciones de los fieles.

3) Documento que se prolonga en compromiso, con la Misión Continental

En este contexto de oración y vivencia de fe surgió el deseo de un nuevo Pentecostés para la Iglesia y el compromiso de la Misión Continental. Aparecida no termina con un Documento sino que se prolonga en la Misión Continental.

4) La presencia de Nuestra Señora, Madre de América

Es la primera Conferencia del Episcopado Latinoamericano y El Caribe que se realiza en un Santuario mariano.

3. Dimensiones de la Misión Continental

La Misión Continental se proyecta en dos dimensiones: programática y paradigmática. La misión programática, como su nombre lo indica, consiste en la realización de actos de índole misionera. La misión paradigmática, en cambio, implica poner en clave misionera la actividad habitual de las Iglesias particulares. Evidentemente aquí se da, como consecuencia, toda una dinámica de reforma de las estructuras eclesiales. El “cambio de estructuras” (de caducas a nuevas) no es fruto de un estudio de organización de la planta funcional eclesiástica, de lo cual resultaría una reorganización estática, sino que es consecuencia de la dinámica de la misión. Lo que hace caer las estructuras caducas, lo que lleva a cambiar los corazones de los cristianos, es precisamente la misionariedad. De aquí la importancia de la misión paradigmática.

La Misión Continental, sea programática, sea paradigmática, exige generar la conciencia de una Iglesia que se organiza para servir a todos los bautizados y hombres de buena voluntad. El discípulo de Cristo no es una persona aislada en una espiritualidad intimista, sino una persona en comunidad, para darse a los demás. Misión Continental, por tanto, implica pertenencia eclesial.

Un planteo como éste, que comienza por el discipulado misionero e implica comprender la identidad del cristiano como pertenencia eclesial, pide que nos explicitemos cuáles son los desafíos vigentes de la misionariedad discipular. Señalaré solamente dos: la renovación interna de la Iglesia y el diálogo con el mundo actual.

Renovación interna de la Iglesia

Aparecida ha propuesto como necesaria la Conversión Pastoral. Esta conversión implica creer en la Buena Nueva, creer en Jesucristo portador del Reino de Dios, en su irrupción en el mundo, en su presencia victoriosa sobre el mal; creer en la asistencia y conducción del Espíritu Santo; creer en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y prolongadora del dinamismo de la Encarnación.

En este sentido, es necesario que, como Pastores, nos planteemos interrogantes que hacen a la marcha de las Iglesias que presidimos. Estas preguntas sirven de guía para examinar el estado de las diócesis en la asunción del espíritu de Aparecida y son preguntas que conviene nos hagamos frecuentemente como examen de conciencia.

1. ¿Procuramos que nuestro trabajo y el de nuestros Presbíteros sea más pastoral que administrativo? ¿Quién es el principal beneficiario de la labor eclesial, la Iglesia como organización o el Pueblo de Dios en su totalidad?

2. ¿Superamos la tentación de atender de manera reactiva los complejos problemas que surgen? ¿Creamos un hábito pro-activo? ¿Promovemos espacios y ocasiones para manifestar la misericordia de Dios? ¿Somos conscientes de la responsabilidad de replantear las actitudes pastorales y el funcionamiento de las estructuras eclesiales, buscando el bien de los fieles y de la sociedad?

3. En la práctica, ¿hacemos partícipes de la Misión a los fieles laicos? ¿Ofrecemos la Palabra de Dios y los Sacramentos con la clara conciencia y convicción de que el Espíritu se manifiesta en ellos?

4. ¿Es un criterio habitual el discernimiento pastoral, sirviéndonos de los Consejos Diocesanos? Estos Consejos y los Parroquiales de Pastoral y de Asuntos Económicos ¿son espacios reales para la participación laical en la consulta, organización y planificación pastoral? El buen funcionamiento de los Consejos es determinante. Creo que estamos muy atrasados en esto.

5. Los Pastores, Obispos y Presbíteros, ¿tenemos conciencia y convicción de la misión de los fieles y les damos la libertad para que vayan discerniendo, conforme a su proceso de discípulos, la misión que el Señor les confía? ¿Los apoyamos y acompañamos, superando cualquier tentación de manipulación o sometimiento indebido? ¿Estamos siempre abiertos para dejarnos interpelar en la búsqueda del bien de la Iglesia y su Misión en el mundo?

6. Los agentes de pastoral y los fieles en general ¿se sienten parte de la Iglesia, se identifican con ella y la acercan a los bautizados distantes y alejados?

Como se puede apreciar aquí están en juego actitudes. La Conversión Pastoral atañe principalmente a las actitudes y a una reforma de vida. Un cambio de actitudes necesariamente es dinámico: “entra en proceso” y sólo se lo puede contener acompañándolo y discerniendo. Es importante tener siempre presente que la brújula, para no perderse en este camino, es la de la identidad católica concebida como pertenencia eclesial.

Diálogo con el mundo actual

Hace bien recordar las palabras del Concilio Vaticano II: Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo (cf. GS, 1). Aquí reside el fundamento del diálogo con el mundo actual.

La respuesta a las preguntas existenciales del hombre de hoy, especialmente de las nuevas generaciones, atendiendo a su lenguaje, entraña un cambio fecundo que hay que recorrer con la ayuda del Evangelio, del Magisterio, y de la Doctrina Social de la Iglesia. Los escenarios y areópagos son de lo más variado. Por ejemplo, en una misma ciudad, existen varios imaginarios colectivos que conforman “diversas ciudades”. Si nos mantenemos solamente en los parámetros de “la cultura de siempre”, en el fondo una cultura de base rural, el resultado terminará anulando la fuerza del Espíritu Santo. Dios está en todas partes: hay que saber descubrirlo para poder anunciarlo en el idioma de esa cultura; y cada realidad, cada idioma, tiene un ritmo diverso.

4. Algunas tentaciones contra el discipulado misionero

La opción por la misionariedad del discípulo será tentada. Es importante saber por dónde va el mal espíritu para ayudarnos en el discernimiento. No se trata de salir a cazar demonios, sino simplemente de lucidez y astucia evangélica. Menciono sólo algunas actitudes que configuran una Iglesia “tentada”. Se trata de conocer ciertas propuestas actuales que pueden mimetizarse en la dinámica del discipulado misionero y detener, hasta hacer fracasar, el proceso de Conversión Pastoral.

1. La ideologización del mensaje evangélico. Es una tentación que se dio en la Iglesia desde el principio: buscar una hermenéutica de interpretación evangélica fuera del mismo mensaje del Evangelio y fuera de la Iglesia. Un ejemplo: Aparecida, en un momento, sufrió esta tentación bajo la forma de asepsia. Se utilizó, y está bien, el método de “ver, juzgar, actuar” (cf. n. 19). La tentación estaría en optar por un “ver” totalmente aséptico, un “ver” neutro, lo cual es inviable. Siempre el ver está afectado por la mirada. No existe una hermenéutica aséptica. La pregunta era, entonces: ¿con qué mirada vamos a ver la realidad? Aparecida respondió: Con mirada de discípulo. Así se entienden los números 20 al 32. Hay otras maneras de ideologización del mensaje y, actualmente, aparecen en Latinoamérica y El Caribe propuestas de esta índole. Menciono sólo algunas:

a) El reduccionismo socializante. Es la ideologización más fácil de descubrir. En algunos momentos fue muy fuerte. Se trata de una pretensión interpretativa en base a una hermenéutica según las ciencias sociales. Abarca los campos más variados, desde el liberalismo de mercado hasta la categorización marxista.

b) La ideologización psicológica. Se trata de una hermenéutica elitista que, en definitiva, reduce el ”encuentro con Jesucristo” y su ulterior desarrollo a una dinámica de autoconocimiento. Suele darse principalmente en cursos de espiritualidad, retiros espirituales, etc. Termina por resultar una postura inmanente autorreferencial. No sabe de trascendencia y, por tanto, de misionariedad.

c) La propuesta gnóstica. Bastante ligada a la tentación anterior. Suele darse en grupos de élites con una propuesta de espiritualidad superior, bastante desencarnada, que termina por desembarcar en posturas pastorales de “quaestiones disputatae”. Fue la primera desviación de la comunidad primitiva y reaparece, a lo largo de la historia de la Iglesia, en ediciones corregidas y renovadas. Vulgarmente se los denomina “católicos ilustrados” (por ser actualmente herederos de la Ilustración).

d) La propuesta pelagiana. Aparece fundamentalmente bajo la forma de restauracionismo. Ante los males de la Iglesia se busca una solución sólo en la disciplina, en la restauración de conductas y formas superadas que, incluso culturalmente, no tienen capacidad significativa. En América Latina suele darse en pequeños grupos, en algunas nuevas Congregaciones Religiosas, en tendencias exageradas a la “seguridad” doctrinal o disciplinaria. Fundamentalmente es estática, si bien puede prometerse una dinámica hacia adentro: involuciona. Busca “recuperar” el pasado perdido.

2. El funcionalismo. Su acción en la Iglesia es paralizante. Más que con la ruta se entusiasma con la “hoja de ruta”. La concepción funcionalista no tolera el misterio, va a la eficacia. Reduce la realidad de la Iglesia a la estructura de una ONG. Lo que vale es el resultado constatable y las estadísticas. De aquí se va a todas las modalidades empresariales de Iglesia. Constituye una suerte de “teología de la prosperidad” en lo organizativo de la pastoral.

3. El clericalismo es también una tentación muy actual en Latinoamérica. Curiosamente, en la mayoría de los casos, se trata de una complicidad pecadora: el cura clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice, porque en el fondo le resulta más cómodo. El fenómeno del clericalismo explica, en gran parte, la falta de adultez y de cristiana libertad en parte del laicado latinoamericano. O no crece (la mayoría), o se acurruca en cobertizos de ideologizaciones como las ya vistas, o en pertenencias parciales y limitadas. Existe en nuestras tierras una forma de libertad laical a través de experiencias de pueblo: el católico como pueblo. Aquí se ve una mayor autonomía, sana en general, y que se expresa fundamentalmente en la piedad popular. El capítulo de Aparecida sobre piedad popular describe con profundidad esta dimensión. La propuesta de los grupos bíblicos, de las comunidades eclesiales de base y de los Consejos pastorales va en la línea de superación del clericalismo y de un crecimiento de la responsabilidad laical.

Podríamos seguir describiendo algunas otras tentaciones contra el discipulado misionero, pero creo que éstas son las más importantes y de más fuerza en este momento de América Latina y El Caribe.

5. Algunas pautas eclesiológicas

1. El discipulado-misionero que Aparecida propuso a las Iglesias de América Latina y El Caribe es el camino que Dios quiere para este “hoy”. Toda proyección utópica (hacia el futuro) o restauracionista (hacia el pasado) no es del buen espíritu. Dios es real y se manifiesta en el ”hoy”. Hacia el pasado su presencia se nos da como “memoria” de la gesta de salvación sea en su pueblo sea en cada uno de nosotros; hacia el futuro se nos da como “promesa” y esperanza. En el pasado Dios estuvo y dejó su huella: la memoria nos ayuda a encontrarlo; en el futuro sólo es promesa… y no está en los mil y un “futuribles”. El “hoy” es lo más parecido a la eternidad; más aún: el ”hoy” es chispa de eternidad. En el “hoy” se juega la vida eterna.

El discipulado misionero es vocación: llamado e invitación. Se da en un “hoy” pero “en tensión”. No existe el discipulado misionero estático. El discípulo misionero no puede poseerse a sí mismo, su inmanencia está en tensión hacia la trascendencia del discipulado y hacia la trascendencia de la misión. No admite la autorreferencialidad: o se refiere a Jesucristo o se refiere al pueblo a quien se debe anunciar. Sujeto que se trasciende. Sujeto proyectado hacia el encuentro: el encuentro con el Maestro (que nos unge discípulos) y el encuentro con los hombres que esperan el anuncio.

Por eso, me gusta decir que la posición del discípulo misionero no es una posición de centro sino de periferias: vive tensionado hacia las periferias… incluso las de la eternidad en el encuentro con Jesucristo. En el anuncio evangélico, hablar de “periferias existenciales” des-centra, y habitualmente tenemos miedo a salir del centro. El discípulo-misionero es un des-centrado: el centro es Jesucristo, que convoca y envía. El discípulo es enviado a las periferias existenciales.

2. La Iglesia es institución pero cuando se erige en “centro” se funcionaliza y poco a poco se transforma en una ONG. Entonces, la Iglesia pretende tener luz propia y deja de ser ese “misterium lunae” del que nos hablaban los Santos Padres. Se vuelve cada vez más autorreferencial y se debilita su necesidad de ser misionera. De “Institución” se transforma en “Obra”. Deja de ser Esposa para terminar siendo Administradora; de Servidora se transforma en “Controladora”. Aparecida quiere una Iglesia Esposa, Madre, Servidora, facilitadora de la fe y no tanto controladora de la fe.

3. En Aparecida se dan de manera relevante dos categorías pastorales que surgen de la misma originalidad del Evangelio y también pueden servirnos de pauta para evaluar el modo como vivimos eclesialmente el discipulado misionero: la cercanía y el encuentro. Ninguna de las dos es nueva, sino que conforman la manera cómo se reveló Dios en la historia. Es el “Dios cercano” a su pueblo, cercanía que llega al máximo al encarnarse. Es el Dios que sale al encuentro de su pueblo. Existen en América Latina y El Caribe pastorales “lejanas”, pastorales disciplinarias que privilegian los principios, las conductas, los procedimientos organizativos… por supuesto sin cercanía, sin ternura, sin caricia. Se ignora la “revolución de la ternura” que provocó la encarnación del Verbo. Hay pastorales planteadas con tal dosis de distancia que son incapaces de lograr el encuentro: encuentro con Jesucristo, encuentro con los hermanos. Este tipo de pastorales a lo más pueden prometer una dimensión de proselitismo pero nunca llegan a lograr ni inserción eclesial ni pertenencia eclesial. La cercanía crea comunión y pertenencia, da lugar al encuentro. La cercanía toma forma de diálogo y crea una cultura del encuentro. Una piedra de toque para calibrar la cercanía y la capacidad de encuentro de una pastoral es la homilía. ¿Qué tal son nuestras homilías? ¿Nos acercan al ejemplo de nuestro Señor, que “hablaba como quien tiene autoridad” o son meramente preceptivas, lejanas, abstractas?

4. Quien conduce la pastoral, la Misión Continental (sea programática como paradigmática), es el Obispo. El Obispo debe conducir, que no es lo mismo que mandonear. Además de señalar las grandes figuras del episcopado latinoamericano que todos conocemos quisiera añadir aquí algunas líneas sobre el perfil del Obispo que ya dije a los Nuncios en la reunión que tuvimos en Roma. Los Obispos han de ser Pastores, cercanos a la gente, padres y hermanos, con mucha mansedumbre; pacientes y misericordiosos. Hombres que amen la pobreza, sea la pobreza interior como libertad ante el Señor, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad de vida. Hombres que no tengan “psicología de príncipes”. Hombres que no sean ambiciosos y que sean esposos de una Iglesia sin estar a la expectativa de otra. Hombres capaces de estar velando sobre el rebaño que les ha sido confiado y cuidando todo aquello que lo mantiene unido: vigilar sobre su pueblo con atención sobre los eventuales peligros que lo amenacen, pero sobre todo para cuidar la esperanza: que haya sol y luz en los corazones. Hombres capaces de sostener con amor y paciencia los pasos de Dios en su pueblo. Y el sitio del Obispo para estar con su pueblo es triple: o delante para indicar el camino, o en medio para mantenerlo unido y neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que alguno se quede rezagado, pero también, y fundamentalmente, porque el rebaño mismo también tiene su olfato para encontrar nuevos caminos.

No quisiera abundar en más detalles sobre la persona del Obispo, sino simplemente añadir, incluyéndome en esta afirmación, que estamos un poquito retrasados en lo que a Conversión Pastoral se refiere. Conviene que nos ayudemos un poco más a dar los pasos que el Señor quiere para nosotros en este “hoy” de América Latina y El Caribe. Y sería bueno comenzar por aquí.

Les agradezco la paciencia de escucharme. Perdonen el desorden de la charla y, por favor, les pido que tomemos en serio nuestra vocación de servidores del santo pueblo fiel de Dios, porque en esto se ejercita y se muestra la autoridad: en la capacidad de servicio. Muchas gracias.

APOSTOLISCHE REISE NACH RIO DE JANEIRO AUS ANLASS  DES XXVIII. WELTJUGENDTAGS

BEGEGNUNG MIT DEN BISCHÖFEN DES KOORDINATIONS-KOMITEES DES CELAM ANLÄSSLICH IHRER GENERALVERSAMMLUNG

ANSPRACHE VON PAPST FRANZISKUS

Studienzentrum von Sumaré, Rio de Janeiro
Sonntag, 28. Juli  2013

Video

1. Einleitung

Ich danke dem Herrn für diese Gelegenheit, mit euch, liebe Mitbrüder im bischöflichen Dienst und Verantwortliche des CELAM im Quadriennium 2011-2015, sprechen zu können. Seit 57 Jahren dient der CELAM den 22 Bischofskonferenzen Lateinamerikas und der Karibik, indem er eine Zusammenarbeit nach dem Prinzip der Solidarität und der Subsidiarität anbietet, um die bischöfliche Kollegialität sowie das Miteinander unter den Kirchen dieser Region und ihren Hirten zu fördern, anzuregen und ihr Dynamik zu verleihen.

Wie ihr, so bin auch ich Augenzeuge des starken Impulses des Geistes während der V. Generalversammlung der Bischöfe Lateinamerikas und der Karibik in Aparecida im Mai 2007 – ein Impuls, der immer noch die Arbeiten des CELAM für die so sehr ersehnte Erneuerung der Teilkirchen belebt. Diese Erneuerung ist in einem Großteil von ihnen bereits im Gang. Ich möchte dieses Gespräch auf das reiche Erbe konzentrieren, das aus jener brüderlichen Begegnung hervorgegangen ist und dem wir alle den Namen Kontinentalmission verliehen haben.

2. Besondere Merkmale von Aparecida

Es gibt vier ganz eigene Merkmale der V. Generalversammlung. Sie sind wie vier Säulen der Entwicklung von Aparecida und verleihen ihr ihre besondere Originalität.

1.) Anfang ohne Dokument

Medellin, Puebla und Santo Domingo begannen ihre Arbeiten mit einem Weg der Vorbereitung, der in einer Art Instrumentum laboris gipfelte, auf dessen Basis sich die Diskussion, die Reflexion und die Approbierung des Schlussdokuments entwickelte. Aparecida hingegen förderte die Teilnahme der Teilkirchen als Weg der Vorbereitung, der in einem  zusammenfassenden Dokument gipfelte. Obwohl während der V. Generalversammlung auf dieses Dokument Bezug genommen wurde, wurde es nicht als Ausgangspunkt übernommen. Die anfängliche Arbeit bestand darin, die Sorgen der Hirten zusammenzutragen angesichts des Wandels der Zeiten (genauer: angesichts des Epochenwandels – NA) und der Notwendigkeit, das Leben als Jünger und Missionar zu erneuern, mit dem Christus die Kirche gründete.

2.) Umfeld des Gebetes mit dem Volk Gottes

Es ist wichtig, an das Umfeld des Gebetes zu erinnern, das von der täglichen Gemeinsamkeit in der Eucharistie und den anderen liturgischen Momenten ausging, wo wir immer vom Volk Gottes begleitet wurden. Andererseits bestand dadurch, dass die Arbeiten im Tiefparterre des Heiligtums stattfanden, die „Hintergrundmusik“, die sie begleitete, aus den Gesängen und den Gebeten der Gläubigen.

3.) Ein Dokument, das mit dem Engagement der Kontinentalmission in der Zeit weiterwirkt

Aus diesem Kontext von Gebet und Glaubensleben erwuchs der Wunsch nach einem neuen Pfingsten für die Kirche und das Engagement der Kontinentalmission. Aparecida schließt nicht mit einem Dokument, sondern setzt sich in der Kontinentalmission fort.

4.) Die Gegenwart von Maria, der Mutter Amerikas

Es ist die erste Versammlung der Bischöfe von Lateinamerika und der Karibik, die in einem marianischen Heiligtum abgehalten wird.

3. Dimensionen der Kontinentalmission

Die Kontinentalmission erfolgt in zwei Dimensionen: der programmatischen und der paradigmatischen. Die programmatische Mission besteht, wie der Name sagt, in der Verwirklichung von Unternehmungen missionarischer Art. Die paradigmatische Dimension schließt hingegen ein, die gewöhnlichen Aktivitäten der Teilkirchen unter missionarischem Aspekt anzugehen. Offensichtlich leitet das konsequenterweise eine ganze Dynamik der Reform der kirchlichen Strukturen ein. Die „Änderung der Strukturen“ (von zeitgebundenen (genauer: von hinfällig gewordenen/veralteten – NA) zu neuen) ist nicht das Ergebnis einer Untersuchung über die Organisation des kirchlichen Amtsapparats, aus der sich eine statische Umorganisierung ergäbe, sondern die Folge der Dynamik der Mission. Was veraltete Strukturen fallen lässt, was dazu führt, die Herzen der Christen zu verändern, ist eben gerade der missionarische Charakter. Daher die Wichtigkeit der paradigmatischen Mission.

Die Kontinentalmission – sowohl die programmatische als auch die paradigmatische – erfordert, das Bewusstsein einer Kirche zu erzeugen, die sich darauf einrichtet, allen Getauften und den Menschen guten Willens zu dienen. Der Jünger Christi ist nicht ein Mensch, der sich in einer Spiritualität der Innerlichkeit isoliert, sondern ein Mensch in der Gemeinschaft, um sich an die anderen zu verschenken. Kontinentalmission schließt also kirchliche Zugehörigkeit ein.

Ein Ansatz wie dieser, der mit dem Jünger- und Missionar-Sein beginnt und einschließt, die Identität des Christen als kirchliche Zugehörigkeit zu verstehen, erfordert, dass wir uns deutlich machen, welches die augenblicklichen Herausforderungen an den missionarischen Charakter des Jüngerseins sind. Ich werde nur zwei von ihnen hervorheben: die innere Erneuerung der Kirche und der Dialog mit der Welt von heute.

Innere Erneuerung der Kirche

Aparecida hat die Notwendigkeit einer Umkehr in der Pastoral vor Augen gestellt. Diese Umkehr schließt ein, an die Frohe Botschaft zu glauben, an Jesus Christus als den Bringer des Gottesreiches, an sein Hereinkommen in die Welt (genauer: sein überraschender „Einbruch“ in die Welt – NA), an seine Gegenwart, die das Böse besiegt, an die Hilfe und die Führung des Heiligen Geistes und an die Kirche als Leib Christi und Fortführerin der Dynamik der Inkarnation.

In diesem Sinn ist es nötig, dass wir als Hirten uns Fragen stellen, die sich auf die Kirchen (genauer: auf die Entwicklung der Kirchen – NA) beziehen, denen wir vorstehen. Diese Fragen dienen als Anleitung, um den Stand (genauer: Zustand/Verfassung – NA) der Diözesen in der Rezeption des Geistes von Aparecida zu überprüfen, und es sind Fragen, die wir uns als (anders: zur – NA) Gewissenserforschung häufig stellen sollten.

1. Sorgen wir dafür, dass unsere Arbeit und die unserer Priester mehr pastoral als administrativ ist? Wer ist der hauptsächliche Nutznießer der kirchlichen Arbeit: die Kirche als Organisation oder das Volk Gottes in seiner Ganzheit?

2. Überwinden wir die Versuchung, den komplexen Problemen, die auftauchen, in reaktiver (abwartender) Weise Beachtung zu schenken? Nehmen wir eine pro-aktive (voraushandelnde) Grundhaltung ein? Begünstigen wir Räume und Gelegenheiten, um die Barmherzigkeit Gottes zum Ausdruck zu bringen? Sind wir uns der Verantwortung bewusst, die pastoralen Aktivitäten und das Funktionieren der kirchlichen Strukturen zu überdenken und dabei das Wohl der Gläubigen und der Gesellschaft im Auge zu haben (genauer: und zwar mit dem Ziel, das Wohl der Gläubigen und der Gesellschaft anzustreben – NA)?

3. Lassen wir in der Praxis die Laien an der Mission teilnehmen? (genauer: Auf die Praxis bezogen: Machen wir die Laien zu aktiven Mitverantwortlichen der Mission?) Verkünden wir das Wort Gottes und spenden wir die Sakramente im klaren Bewusstsein und in der deutlichen Überzeugung, dass sich in ihnen der Heilige Geist ausdrückt? (Genauer: Spenden wir ihnen das Wort Gottes und die Sakramente in dem klaren Bewusstsein, dass sich durch sie der Heilige Geist zum Ausdruck bringt? – NA)

4. Ist es für uns ein übliches Kriterium, unser Urteil in der Pastoral auf den Ratschlag der Diözesanräte zu stützen? (Genauer: … im pastoralen Entscheidungsprozess den Dienst der Diözesanräte in Anspruch zu nehmen? – NA) Sind diese Räte und jene auf Pfarreiebene für die Pastoral und die wirtschaftlichen Angelegenheiten wirkliche Räume für die Teilnahme (genauer: Mitbestimmung – NA) der Laien an der pastoralen Beratung, (der) Organisation und (der pastoralen) Planung? Das gute Funktionieren der Räte ist entscheidend. Ich glaube, dass wir darin noch sehr im Rückstand sind.

5. Sind wir Hirten – Bischöfe und Priester – uns der Sendung der Laien bewusst und von ihr überzeugt; geben wir ihnen die Freiheit, die Sendung, die der Herr ihnen anvertraut, im Einklang mit ihrem Weg als Jünger zu unterscheiden (genauer: …geben wir ihnen die Freiheit, die Sendung, die der Herr ihnen im Verlaufe ihres Jüngerseins anvertraut, auch selber erkennen/entdecken zu können – NA)? Unterstützen und begleiten wir sie, indem wir jegliche Versuchung zu Manipulation und unrechtmäßiger Unterwerfung überwinden?  Sind wir immer offen, uns auf der Suche nach dem Wohl der Kirche und ihrer Sendung in der Welt hinterfragen zu lassen?

6. Fühlen sich die Pastoralassistenten (genauer: die pastoralen Mitarbeiter und Mitarbeiterinnen – NA) und die Gläubigen allgemein als Teil der Kirche, identifizieren sie sich mit ihr und bringen sie sie den Getauften, die sich von ihr distanziert und entfernt haben, nahe?

Wie man einsehen kann, geht es hier um die Grundeinstellungen. Die Umkehr in der Pastoral betrifft hauptsächlich die Grundeinstellungen und eine Reform des Lebens. Eine Änderung der Einstellungen ist notwendigerweise dynamisch: Sie „kommt in Gang“, und man kann sie nur lenken, wenn man sie mit Unterscheidungsvermögen begleitet. Wichtig ist, sich immer vor Augen zu halten, dass der Kompass, um sich auf diesem Weg nicht zu verlieren, der der katholischen Identität im Sinne einer kirchlichen Zugehörigkeit ist.

Dialog mit der Welt von heute

Es ist gut, sich an die Worte des Zweiten Vatikanischen Konzils zu erinnern: Freude und Hoffnung, Trauer und Angst der Menschen von heute, besonders der Armen und Bedrängten aller Art, sind auch Freude und Hoffnung, Trauer und Angst der Jünger Christi (Past. Konst. Gaudium et spes, 1). Hier liegt das Fundament des Dialogs mit der Welt von heute.

Die Antwort auf die Lebensfragen des Menschen von heute, besonders der jungen Generationen, bringt, wenn man auf ihre Ausdrucksweise achtet, eine fruchtbare Änderung mit sich, die mit Hilfe des Evangeliums, des Lehramtes und der Soziallehre der Kirche durchzuführen ist. Die Szenerien und die Areopage sind verschiedenster Art. So gibt es zum Beispiel in ein und derselben Stadt verschiedene imaginäre Kollektive, die „unterschiedliche Städte“ bilden. Wenn wir nur in den Maßstäben der „Kultur von immer“ verharren, im Grunde einer Kultur auf ländlicher Basis, wird das Ergebnis schließlich eine Vereitelung der Kraft des Heiligen Geistes sein. Gott ist in allen Teilen: Man muss ihn zu entdecken wissen, um ihn in der Sprache jeder Kultur verkünden zu können; und jede Wirklichkeit, jede Sprache hat einen anderen Rhythmus.

4. Einige Versuchungen gegen den Auftrag als Jünger und Missionar

Die Option für den missionarischen Charakter des Jüngers wird Versuchungen unterworfen sein. Es ist wichtig, die Strategie des bösen Geistes zu begreifen, um einander in der Unterscheidung zu helfen. Es geht nicht darum, hinauszugehen und Dämonen zu vertreiben, sondern schlicht um eine dem Evangelium gemäße Nüchternheit und Schlauheit. Ich erwähne nur einige Haltungen, die eine „versuchte“ Kirche darstellen. Es geht darum, gewisse augenblickliche Vorschläge zu kennen, die sich als Dynamik des Auftrags als Jünger und Missionar tarnen und den Prozess der Umkehr in der Pastoral aufhalten können, bis sie ihn zum Scheitern bringen.

1. Die Ideologisierung der Botschaft des Evangeliums. Es ist eine Versuchung, die es in der Kirche von Anfang an gab: eine Hermeneutik zur Interpretation des Evangeliums außerhalb seiner Botschaft und außerhalb der Kirche zu suchen. Ein Beispiel: Aparecida erlitt in einem bestimmten Moment diese Versuchung in Form der „Asepsis“. Man bediente sich – und das ist gut so – der Methode des „sehen, urteilen, handeln“ (vgl. Nr. 19). Die Versuchung lag darin, für ein völlig aseptisches „Sehen“, ein neutrales „Sehen“ zu optieren, was unrealisierbar ist. Das Sehen ist immer vom Blick beeinflusst. Es gibt keine aseptische Hermeneutik. So war dann die Frage: Mit welchem Blick schicken wir uns an, die Wirklichkeit zu sehen? Aparecida antwortete: mit dem Blick des Jüngers. So sind die Nummern 20 bis 32 zu verstehen. Es gibt noch andere Arten der Ideologisierung der Botschaft, und augenblicklich erscheinen in Lateinamerika und der Karibik Vorschläge dieser Art. Ich erwähne nur einige von ihnen:

a) Der sozialisierende Reduktionismus. Es ist die Ideologisierung, die am leichtesten zu entdecken ist. In einigen Momenten war sie sehr stark. Es handelt sich um einen Interpretationsanspruch auf der Basis einer von den Sozialwissenschaften geprägten Hermeneutik. Sie umfasst die verschiedensten Bereiche: von der Marktfreiheit (genauer: vom Marktliberalismus – NA) bis zu marxistischen Kategorisierungen.

b) Die psychologische Ideologisierung. Es handelt sich um eine elitäre Hermeneutik, welche die „Begegnung mit Jesus Christus“ und ihre weitere Entwicklung letztlich auf eine Dynamik der Selbsterkenntnis reduziert. Gewöhnlich wird sie hauptsächlich in Kursen für Spiritualität, Einkehrtagen usw. geboten. Sie erweist sich schließlich als eine immanente, selbstbezogene Haltung. Sie versteht nichts von Transzendenz und folglich von Missionscharakter.

c) Der gnostische Entwurf. Er ist ziemlich mit der vorigen Versuchung verbunden. Gewöhnlich tritt er in Elitegruppen mit dem Angebot einer erhabeneren, ziemlich leibfeindlichen Spiritualität    auf, die schließlich in pastorale Haltungen in Form von „quaestiones disputatae“ führt. Es war die erste Abweichung der Urgemeinde, und sie erscheint im Laufe der Geschichte der Kirche immer wieder in revidierten und korrigierten Ausgaben. Gemeinhin nennt man sie „aufgeklärte Katholiken“ (da sie die jetzigen Erben der Kultur der Aufklärung sind).

d) Der pelagianische Entwurf. Er erscheint grundsätzlich unter der Form der Restauration. Angesichts der Übel der Kirche sucht man eine nur disziplinäre Lösung in der Wiederherstellung von überholten Verhaltensweisen und Formen, die nicht einmal kulturell bedeutend zu sein vermögen. In Lateinamerika gibt es ihn in kleinen Gruppen, in einigen neuen Ordenskongregationen, und er zeigt sich in überzogene Neigungen zu doktrineller und disziplinärer „Sicherheit“. Grundsätzlich ist er statisch, auch wenn er sich eine Dynamik ad intra vornehmen kann, die eine Rückentwicklung betreibt. Sie sucht, die verlorene Vergangenheit „zurückzugewinnen“.

2. Der Funktionalismus. Seine Wirkung in der Kirche ist lähmend. Mehr als für die Wirklichkeit des Weges begeistert er sich für den „Zeitplan des Weges“. Die funktionalistische Auffassung duldet nicht das Mysterium, sie strebt die Wirksamkeit an. Sie reduziert die Wirklichkeit der Kirche auf die Struktur einer NGO [Nichtregierungsorganisation). Was zählt, sind das feststellbare Ergebnis und die Statistiken. Von hier aus führt der Weg zu allen unternehmerischen Aktivitäten der Kirche. Der Funktionalismus stellt eine Art „Theologie des Wohlstands“ im organisatorischen Aspekt der Pastoral dar.

3. Der Klerikalismus ist ebenfalls eine sehr aktuelle Versuchung in Lateinamerika. Seltsamerweise handelt es sich in der Mehrheit der Fälle um eine sündige Komplizenschaft: Der Pfarrer klerikalisiert, und der Laie bittet ihn höflich, ihn zu klerikalisieren, weil es sich im Grunde für ihn als bequemer erweist. Das Phänomen des Klerikalismus erklärt weithin den Mangel an Reife und christlicher Freiheit in einem Teil des lateinamerikanischen Laientums. Entweder wächst es nicht (in der Mehrheit der Fälle) oder es kauert sich unter den Schutz von Ideologisierungen, wie wir sie schon gesehen haben, bzw. richtet sich in begrenzten Teilzugehörigkeiten ein. Es gibt in unseren Ländern eine Form von Freiheit der Laien durch Erfahrungen auf der Ebene des Volkes (anders: der einfachen Leute – NA): der Katholik als Volk ( als einer unter den kleinen Leuten – NA). Hier ist eine größere, im allgemeinen gesunde Autonomie zu beobachten, die grundsätzlich in der Volksfrömmigkeit ihren Ausdruck findet. Das Kapitel des Dokuments von Aparecida über die Volksfrömmigkeit beschreibt diese Dimension gründlich. Der Entwurf der Bibelgruppen, der kirchlichen Basisgemeinden und der Pastoralräte geht in die Richtung der Überwindung des Klerikalismus und eines Anwachsens der Verantwortung der Laien.

Wir könnten fortfahren und weitere Versuchungen gegen den Auftrag als Jünger und Missionar beschreiben, aber ich glaube, dass diese zum augenblicklichen Zeitpunkt die wichtigsten und stärksten in Lateinamerika und in der Karibik sind.

5. Einige ekklesiologische Kriterien

1.Der Auftrag als Jünger und Missionar, den Aparecida den Kirchen von Lateinamerika und der Karibik nahe legte, ist der Weg, den Gott für dieses „heute“ will. Alle utopische (auf die Zukunft gerichtete) oder restaurative (auf die Vergangenheit gerichtete) Projektion kommt nicht aus einem guten Geist. Gott ist real und zeigt sich im „Heute“. Im Hinblick auf die Vergangenheit schenkt seine Gegenwart sich uns als „Gedächtnis“ des großen Heilswerkes sowohl in seinem Volk als auch in jedem von uns; im Hinblick auf die Zukunft schenkt sie sich uns als „Verheißung“ und Hoffnung. In der  Vergangenheit war Gott zugegen und hat seine Spuren hinterlassen: Das Gedächtnis hilft uns, ihm zu begegnen. Für die Zukunft ist er nur Verheißung… und nicht in den tausendundeinen „möglichen Zukünften“. Das „Heute“ ist der Ewigkeit am ähnlichsten; mehr noch: Das „Heute“ ist ein Funke der Ewigkeit. Im „Heute“ steht das ewige Leben auf dem Spiel.

Der Auftrag als Jünger und Missionar ist eine Berufung: Ruf und Einladung. Er geschieht in einem „Heute“, jedoch „in Spannung“. Es gibt keine statische missionarische Jüngerschaft. Der Jünger und Missionar kann sich selbst nicht besitzen; seine Immanenz ist ausgespannt auf die Transzendenz des Jüngerseins und auf die Transzendenz der Mission hin. Sie lässt keine Selbstbezogenheit zu: Entweder ist sie auf Jesus Christus bezogen oder auf das Volk, dem die Verkündigung gilt. Ein Subjekt, das über sich selbst hinausgeht. Ein Subjekt, das auf die Begegnung hin ausgerichtet ist: auf die Begegnung mit dem Meister (der uns zu Jüngern salbt) und auf die Begegnung mit den Menschen, die auf die Verkündigung warten.

Darum sage ich gerne, dass die Position des Jüngers und Missionars nicht eine Zentrums-Position ist, sondern eine der Peripherien: Er lebt in der Spannung auf die Randzonen hin… einschließlich derer der Ewigkeit in der Begegnung mit Jesus Christus. In der Verkündigung des Evangeliums von „existentiellen Peripherien“ zu sprechen dezentralisiert, rückt aus dem Zentrum heraus, und gewöhnlich haben wir Angst, das Zentrum zu verlassen. Der missionarische Jünger ist ein „Dezentralisierter“: das Zentrum ist Jesus Christus, der einberuft und aussendet. Der Jünger ist an die Randgebiete der Existenz gesandt.

2. Die Kirche ist eine Stiftung , doch wenn sie sich zum „Mittelpunkt“ erhebt, „funktionalisiert“ sie sich selbst und verwandelt sich allmählich in eine NGO. Dann maßt die Kirche sich an, eigenes Licht zu besitzen und hört auf, jenes “mysterium lunae“ zu sein, von dem uns die heiligen Väter sprechen. Sie wird immer selbstbezogener, und ihr Bedürfnis, missionarisch zu sein, schwächt sich ab. Aus einer „Stiftung“ wird sie zu einem „Werk“. Sie hört auf, Braut zu sein, um schließlich das Wesen einer „Verwalterin“ anzunehmen; von einer Dienerin verwandelt sie sich in eine „Kontrolleurin“. Aparecida will eine Kirche, die Braut, Mutter, Dienerin ist, eine, die mehr den Glauben erleichtert, als ihn kontrolliert.

3. In Aparecida werden mit besonderer Relevanz zwei pastorale Kategorien angegeben, die aus der Ursprünglichkeit des Evangeliums selbst hervorgehen und uns auch als Maßstab dienen können, um die Art zu beurteilen, wie wir kirchlich den Auftrag als Jünger und Missionar leben: die Nähe und die Begegnung. Keine der beiden ist neu, sondern sie stellen die Weise dar, in der Gott sich in der Geschichte offenbart hat. Er ist der „nahe Gott“ für sein Volk – eine Nähe, die ihren Höhepunkt in der Inkarnation erreicht. Er ist der Gott, der hinausgeht, seinem Volk entgegengeht. Es gibt in Lateinamerika und in der Karibik „ferne“ Pastoralkonzepte, Formen einer Disziplinarpastoral, welche die Grundsätze, das Verhalten, die organisatorischen Vorgehensweisen bevorzugen… natürlich ohne Nähe, ohne einfühlsame Zuneigung, ohne Liebkosung. Man ignoriert die „Revolution der einfühlsamen Zuneigung“, die die Inkarnation des Wortes auslöste. Es gibt Pastoralkonzepte, die derart auf Distanz angelegt sind, dass sie unfähig sind, eine Begegnung herbeizuführen: die Begegnung mit Jesus Christus, die Begegnung mit den Brüdern und Schwestern. Von dieser Art der Pastoralkonzepte kann man sich höchstens eine Dimension des Proselytismus erwarten, doch nie werden sie dazu führen, eine kirchliche Eingliederung oder eine kirchliche Zugehörigkeit zu erreichen. Die Nähe schafft Gemeinschaft und Zugehörigkeit, macht die Begegnung möglich. Die Nähe nimmt die Form eines Dialogs an und schafft eine Kultur der Begegnung. Ein Prüfstein, um die Nähe und die Fähigkeit zur Begegnung einer Pastoral zu messen, ist die Predigt. Wie sind unsere Predigten? Nähern sie uns dem Beispiel unseres Herrn an, der „sprach wie einer, der Vollmacht hat“, oder verkünden sie nur Vorschriften, sind fern und abstrakt?

4. Derjenige, der die Pastoral, die Kontinentalmission (sowohl die programmatische als auch die paradigmatische) leitet, ist der Bischof. Der Bischof muss leiten, was nicht dasselbe ist wie sich als Herr aufzuspielen. Ich möchte hier nicht nur die großen Gestalten des lateinamerikanischen Episkopats hervorheben, die wir alle kennen, sondern außerdem einige Züge des Profils des Bischofs skizzieren, die ich bereits bei den Nuntien in der Versammlung, die wir in Rom hatten, erwähnt habe. Die Bischöfe müssen Hirten sein, nahe am Volk, Väter und Brüder, mit viel Milde; geduldig und barmherzig. Menschen, die die Armut lieben, sowohl die innere Armut als Freiheit vor dem Herrn, als auch die äußere Armut als Einfachheit und Strenge in der persönlichen Lebensführung. Männer, die nicht eine „Prinzen-Psychologie“ besitzen. Männer, die nicht ehrgeizig sind und die Bräutigam einer Kirche sind, ohne nach einer anderen Ausschau zu halten. Männer, die fähig sind, über die ihnen anvertraute Herde zu wachen und sich um alles zu kümmern, was sie zusammenhält: über ihr Volk zu wachen und Acht zu geben auf eventuelle Gefahren, die es bedrohen, doch vor allem, um die Hoffnung zu mehren: dass die Menschen Sonne und Licht im Herzen haben. Männer, die fähig sind, mit Liebe und Geduld die Schritte Gottes in seinem Volk zu unterstützen. Und der Platz, an dem der Bischof bei seinem Volk stehen muss, ist dreifach: entweder vorne, um den Weg anzuzeigen, oder in mitten unter ihnen, um sie geeint zu halten und Auflösungserscheinungen zu neutralisieren, oder auch dahinter, um dafür zu sorgen, dass niemand zurückbleibt, aber auch und grundsätzlich, weil die Herde selbst ihren eigenen Spürsinn hat, um neue Wege zu finden.

Ich möchte nicht ausufern in weiteren Einzelheiten über die Person des Bischofs, sondern schlicht hinzufügen – und dabei mich selber einschließen –, dass wir in Bezug auf die Umkehr in der Pastoral ein wenig in Verzug sind. Es ist angebracht, dass wir einander ein bisschen mehr helfen, die Schritte zu tun, die der Herr von uns in diesem „Heute“ Lateinamerikas und der Karibik verlangt. Und es wäre gut, von hier aus damit zu beginnen.

Ich danke euch für die Geduld, mir zugehört zu haben. Verzeiht die Unordnung der Rede und, bitte, nehmen wir unsere Berufung als Diener des heiligen Volkes der Gottgläubigen ernst, denn gerade darin übt man die Autorität aus und lässt sie erkennen: in der Fähigkeit zum Dienst. Vielen Dank.

APOSTOLISCHE REISE NACH RIO DE JANEIRO
AUS ANLASS  DES XXVIII. WELTJUGENDTAGS

BEGEGNUNG MIT DEN BRASILIANISCHEN BISCHÖFEN

ANSPRACHE VON PAPST FRANZISKUS

Bischofshaus in Rio de Janeiro
Samstag, 27. Juli 2013


Liebe Mitbrüder,

wie gut und schön ist es, hier mit euch zusammen zu sein, liebe Bischöfe von Brasilien!

Danke, dass ihr gekommen seid; gestattet mir, mit euch wie mit Freunden zu reden. Darum ziehe ich vor, Spanisch zu sprechen, um besser ausdrücken zu können, was mir am Herzen liegt. Ich bitte euch, mir zu verzeihen!

Wir sind ein wenig abseits versammelt, an diesem von unserem Mitbruder Erzbischof Orani vorbereiteten Ort, um allein zu bleiben und von Herz zu Herz sprechen zu können, als Hirten, denen Gott seine Herde anvertraut hat. Auf den Straßen Rios erwarten uns Jugendliche aus aller Welt und unzählige andere Menschen, die es nötig haben, dem barmherzigen Blick Christi, des Guten Hirten, zu begegnen, und wir sind berufen, diesen zu vergegenwärtigen. Genießen wir also diesen Moment der Ruhe, des Miteinanders und der echten Brüderlichkeit.

Angefangen mit dem Präsidium der Bischofskonferenz und dem Erzbischof von Rio de Janeiro, möchte ich alle und jeden in die Arme schließen, besonders die emeritierten Bischöfe.

Anstelle einer formellen Rede möchte ich vielmehr einige Gedanken mit euch teilen.

Der erste kam mir erneut beim Besuch des Wallfahrtsortes Aparecida in den Sinn. Dort, zu Füßen der Statue der Unbefleckten Empfängnis, habe ich für euch gebetet, für eure Kirchen, für eure Priester und Ordensleute, für eure Seminaristen, für die Laien und ihre Familien und in besonderer Weise für die Jugendlichen und die alten Menschen; beide sind die Hoffnung eines Volkes: die Jugendlichen, weil sie die Kraft, die Wunschträume, die Zukunftshoffnung einbringen; die alten Menschen, weil sie das Gedächtnis, die Weisheit eines Volkes sind.[1]

1. Aparecida: Schlüssel zum Verständnis der Sendung der Kirche

In Aparecida hat Gott Brasilien seine eigene Mutter geschenkt. Aber in Aparecida hat Gott auch eine Lehre über sich selber erteilt, über sein Sein und Handeln. Eine Lehre über die Demut, die als ein wesentliches Merkmal zu Gott gehört und die in der DNA Gottes verankert ist. Es gibt etwas Immerwährendes, das man in Aparecida über Gott und über die Kirche lernen kann; eine Lehre, die weder die Kirche in Brasilien, noch Brasilien selbst vergessen dürfen.

Am Anfang des Geschehens von Aparecida steht die Suche der armen Fischer. Viel Hunger und wenig Ressourcen. Das Volk braucht immer Brot. Die Menschen gehen immer von ihren Bedürfnissen aus, auch heute.

Sie haben ein brüchiges, ungeeignetes Boot; sie haben schlechte, vielleicht auch beschädigte, unzureichende Netze.

Zuerst ist da die Mühe, vielleicht die Müdigkeit aufgrund des Fischens, und doch ist das Ergebnis dürftig: Ein Scheitern, ein Misserfolg. Trotz der Anstrengungen sind die Netze leer.

Und dann, wann Gott will, ist er selbst in seinem Geheimnis plötzlich da. Die Wasser sind tief, und doch bergen sie immer die Möglichkeit Gottes in sich; und er ist überraschend angekommen, möglicherweise als man nicht mehr auf ihn wartete. Die Geduld derer, die auf ihn warten, wird stets auf die Probe gestellt. Und Gott ist auf neue Weise gekommen, denn Gott ist Überraschung: ein Bild aus zerbrechlichem Ton, eingedunkelt von den Wassern des Flusses, gealtert auch durch die Zeit. Gott tritt immer im Gewand der Spärlichkeit herein.

Da ist also das Bild der Unbefleckten Empfängnis. Zuerst der Leib, dann der Kopf und dann das Wieder-Zusammenfügen von Leib und Kopf: Einheit. Was auseinandergebrochen war, wird wieder eins. Das koloniale Brasilien war geteilt durch die schändliche Mauer der Sklaverei. Die Muttergottes von Aparecida zeigt sich mit dem schwarzen Gesicht, zuerst geteilt, dann geeint in den Händen der Fischer.

Hierin liegt eine Lehre, die Gott uns erteilen will. Seine in der ohne Erbsünde empfangenen Mutter widergespiegelte Schönheit taucht aus der Dunkelheit des Flusses auf. In Aparecida  schenkt Gott von Anfang an eine Botschaft der Wiederzusammensetzung dessen, was zerbrochen ist, der Festigung dessen, was auseinandergefallen ist. Mauern, Abgründe und Entfernungen, die es auch heute gibt, sind zum Verschwinden verurteilt. Die Kirche darf diese Lektion nicht vernachlässigen: Werkzeug der Versöhnung zu sein.

Die Fischer schätzen das Geheimnis, das ihnen im Fluss begegnet ist, nicht gering, auch wenn es ein Geheimnis ist, das unvollständig erscheint. Sie werfen seine Bruchstücke nicht weg. Sie warten auf die Fülle. Und diese zögert ihr Eintreffen nicht hinaus. Darin liegt eine Weisheit, die wir erlernen müssen. Es gibt Teile eines Geheimnisses, gleichsam Stücke eines Mosaiks, denen wir überall begegnen. Dann wollen wir viel zu eilig das Ganze sehen, Gott aber zeigt sich nur ganz allmählich. Auch die Kirche muss dieses Abwarten lernen.

Dann bringen die Fischer das Geheimnis nach Hause. Die einfachen Leute haben immer Platz, um dem Geheimnis Raum zu geben. Wir haben vielleicht unser Sprechen über das Geheimnis auf eine rationale Erklärung verkürzt; bei den Leuten hingegen kehrt das Geheimnis über das Herz ein. Im Haus der Armen findet Gott immer einen Platz.

Die Fischer „agasalham“: Sie bekleiden die geheimnisvolle, beim Fischfang gefundene Jungfrau, als friere sie und habe es nötig, gewärmt zu werden. Gott bittet, dass wir ihm an unserem wärmsten Ort Unterschlupf gewähren: im Herzen. Danach ist er es, der die Wärme ausströmt, deren wir bedürfen, doch zuvor kommt er mit der List des Bettlers herein. Die Fischer umhüllen jenes Geheimnis der Jungfrau mit dem ärmlichen Mantel ihres Glaubens. Sie rufen die Nachbarn, die gefundene Schönheit zu betrachten; sie versammeln sich um sie; sie erzählen in ihrer Gegenwart von ihren Mühen und Leiden und vertrauen ihr ihre Angelegenheiten an. Auf diese Weise erlauben sie, dass die Absichten Gottes sich verwirklichen können: eine Gnade, dann die andere; eine Gnade, die einer weiteren die Tür öffnet; eine Gnade die eine andere vorbereitet. Gott entfaltet stufenweise die geheimnisvolle Demut seiner Kraft.

Es gibt viel zu lernen aus diesem Verhalten der Fischer. Eine Kirche, die dem Geheimnis Gottes Raum gibt; eine Kirche, die dieses Geheimnis in sich selbst beherbergt, so dass es die Leute entzücken und sie anziehen kann. Allein die Schönheit Gottes kann eine Anziehungskraft ausüben. Der Weg Gottes ist der Zauber, der fasziniert. Gott lässt sich nach Hause tragen. Er erweckt im Menschen den Wunsch, ihn in seinem Leben, in seinem Haus, in seinem Herzen zu bewahren. Er erweckt in uns den Wunsch, die Nachbarn zu rufen, um seine Schönheit bekannt zu machen. Die Mission geht genau aus dieser göttlichen Faszination hervor, aus diesem Staunen der Begegnung. Wir sprechen von Mission, von einer missionarischen Kirche. Ich denke an die Fischer, die ihre Nachbarn rufen, um das Geheimnis der Jungfrau zu betrachten. Ohne die Einfachheit ihres Verhaltens ist unsere Mission zum Scheitern verurteilt.

Die Kirche hat es immer dringend nötig, die Lektion von Aparecida nicht zu verlernen; sie darf sie nicht vergessen. Die Netze der Kirche sind brüchig, vielleicht sind sie geflickt; das Boot der Kirche hat nicht die Kraft der großen Überseeschiffe, die die Ozeane überqueren. Und doch will Gott sich gerade durch unsere Mittel, durch unsere ärmlichen Mittel zeigen, denn immer ist er der Handelnde.

Liebe Mitbrüder, das Ergebnis der pastoralen Arbeit stützt sich nicht auf den Reichtum der Mittel, sondern auf die Kreativität der Liebe. Sicher sind auch Zähigkeit, Mühe, Arbeit, Planung, Organisation nützlich, allem voran aber muss man wissen, dass die Kraft der Kirche nicht in ihr selbst liegt, sondern sich in den tiefen Wassern Gottes verbirgt, in die ihre Netze auszuwerfen sie berufen ist.

Eine andere Lektion muss die Kirche immer in Erinnerung behalten: Sie darf sich nicht von der Einfachheit entfernen, andernfalls verlernt sie die Sprache des Mysteriums und bleibt außerhalb der Tür zum Mysterium und kann offensichtlich nicht Zugang zu denen gewinnen, die von der Kirche das verlangen, was sie sich selber nicht geben können, nämlich Gott. Manchmal verlieren wir diejenigen, die uns nicht verstehen, weil wir die Einfachheit verlernt haben, da wir von außerhalb auch eine Rationalität einführen, die unseren Leuten fremd ist. Ohne die Grammatik der Einfachheit beraubt sich die Kirche der Bedingungen, die es ermöglichen, Gott in den tiefen Wassern seines Mysteriums zu „fischen“.

Ein letzter Gedanke: Aparecida ist an einem Ort der Wegkreuzung erschienen. Die Straße, die Rio, die Hauptstadt, mit São Paulo, der damals aufstrebenden Provinz, und Minas Gerais, den von den europäischen Höfen sehr begehrten Bergwerken verband: ein Kreuzungspunkt des kolonialen Brasilien. Gott erscheint an den Wegkreuzungen. Die Kirche in Brasilien darf diese in sie von Anfang an eingeschriebene Berufung nicht vergessen: fähig zu sein zur Systole und zur Diastole, zum Einsammeln und zum Verbreiten.

2. Die Wertschätzung für den Weg der Kirche in Brasilien

Die Bischöfe von Rom haben Brasilien und seine Kirche immer in ihrem Herzen getragen. Ein wunderbarer Weg ist zurückgelegt worden. Von den 12 Diözesen während des Ersten Vatikanischen Konzils zu den augenblicklich 275 kirchlichen Verwaltungsbezirken. Nicht die Expansion eines Apparates oder eines Unternehmens wurde eingeleitet, sondern vielmehr die Dynamik der „fünf Brote und zwei Fische“ aus dem Evangelium, die durch den Kontakt mit der Güte des himmlischen Vaters in schwieligen Händen fruchtbar wurden.

Heute möchte Euch Hirten meine Anerkennung aussprechen für die Arbeit in euren Kirchen unter Einsatz aller Kräfte. Ich denke an die Bischöfe in den Wäldern, flussaufwärts und flussabwärts, in den Halbwüsten, im Pantanal, in der Pampa, im Großstadt-Dschungel der Megalopolen. Liebt eure Herde immer mit ganzer Hingabe! Aber ich denke auch an viele Namen und viele Gesichter, die unauslöschliche Spuren auf dem Weg der Kirche in Brasilien hinterlassen haben, indem sie die Güte des Herrn gegenüber dieser Kirche greifbar werden ließen.[2]

Die Bischöfe von Rom sind niemals fern gewesen; sie haben sich gekümmert, haben ermutigt, begleitet. In den letzten Jahrzehnten hat der selige Johannes XXIII. die brasilianischen Bischöfe mit Nachdruck aufgefordert, ihren ersten Pastoralplan aufzustellen, und aus diesem Anfang ist eine wahre pastorale Tradition in Brasilien hervorgegangen, die bewirkt hat, dass die Kirche nicht ein abdriftendes Überseeschiff ist, sondern immer einen „Kompass“ hat. Der Diener Gottes Paul VI. hat nicht nur zur Rezeption des Zweiten Vatikanischen Konzils in Treue, aber auch mit ganz eigenen Zügen ermutigt (vgl. Vollversammlung des CELAM in Medellin), sondern auch das Selbstbewusstsein der Kirche in Brasilien entscheidend beeinflusst durch die Synode über die Evangelisierung und jenen grundlegenden Referenztext Evangelii nuntiandi, der immer aktuell bleibt. Der selige Johannes Paul II. hat Brasilien drei Mal besucht, es von „cabo a rabo“ – von Nord bis Süd – durchstreift und dabei mit Nachdruck auf die pastorale Aufgabe der Kirche, auf Gemeinschaft und Teilhabe, auf die Vorbereitung auf das Große Jubiläum und auf die neue Evangelisierung hingewiesen. Benedikt XVI. hat Aparecida gewählt, um die V. Generalversammlung des CELAM durchzuführen, und das hat eine bedeutende Spur in der Kirche des ganzen Kontinents hinterlassen.

Die Kirche in Brasilien hat das Zweite Vatikanische Konzil in authentischer Weise aufgenommen und angewendet, und der zurückgelegte Weg hat, auch wenn gewisse Kinderkrankheiten überwunden werden mussten, zu einer allmählich immer reiferen, offeneren, großherzigeren und missionarischeren Kirche geführt.

Heute befinden wir uns in einer neuen Epoche. Wie das Dokument von Aparecida gut ausgedrückt hat, handelt es sich nicht um eine Zeit des Wechsels, sondern um einen Wechsel der Zeit. So müssen wir uns heute immer dringend fragen: Was verlangt Gott von uns? Ich möchte versuchen, einige richtungweisende Antworten auf diese Frage zu geben.

3. Das Bild von Emmaus als Schlüssel zum Verständnis von Gegenwart und Zukunft

Vor allem darf man nicht der Angst nachgeben, von der der selige John Henry Newman sprach: „Die christliche Welt wird schrittweise unfruchtbar und erschöpft sich wie ein gründlich ausgelaugter Boden, der zu Sand wird.“ [3] Man darf sich nicht der Ernüchterung, der Entmutigung, dem Gejammer überlassen. Wir haben viel gearbeitet, und manchmal, wenn wir auf die schauen, die uns verlassen oder die uns nicht mehr für glaubwürdig, für relevant halten, scheint es uns, als seien wir Verlierer, und manchmal haben wir den Eindruck, jemand zu sein, der die Bilanz einer bereits verlorenen Zeit ziehen muss.

Lesen wir in diesem Licht noch einmal die Geschichte von Emmaus (vgl. Lk 24,13-35). Die beiden Jünger laufen aus Jerusalem fort. Sie distanzieren sich von der „Nacktheit“ Gottes. Sie sind schockiert über das Scheitern des Messias, auf den sie gehofft hatten und der nun, auch nachdem drei Tage vergangen sind, hoffnungslos besiegt, gedemütigt scheint (V. 17-21) – das schwierige Geheimnis der Leute, die die Kirche verlassen; der Menschen, die sich von anderen Angeboten haben täuschen lassen und dann meinen, die Kirche – ihr Jerusalem – habe mittlerweile nichts Bedeutendes, nichts Wichtiges mehr zu bieten. Und dann ziehen sie allein des Wegs, mit ihrer Enttäuschung. Vielleicht ist die Kirche zu schwach erschienen, vielleicht zu fern von ihren Bedürfnissen, vielleicht zu arm, um auf ihre Beunruhigungen zu antworten, vielleicht zu kalt ihnen gegenüber, vielleicht zu selbstbezogen, vielleicht eine Gefangene ihrer eigenen steifen Ausdrucksweisen, vielleicht scheint es, als habe die Welt die Kirche zu einem Überbleibsel aus der Vergangenheit gemacht, unzureichend für die neuen Fragen; vielleicht hatte die Kirche Antworten für die Kindheit des Menschen, nicht aber für sein Erwachsenenalter.[4] Tatsache ist, dass es heute viele gibt, die wie die Emmaus-Jünger sind; nicht allein die, welche Antworten in den neuen und verbreiteten religiösen Gruppierungen suchen, sondern auch die, welche bereits gottlos scheinen, sowohl in der Theorie als auch in der Praxis.

Was ist zu tun angesichts dieser Situation?

Es braucht eine Kirche, die keine Angst hat, in die Nacht dieser Menschen hinein zu gehen. Es braucht eine Kirche, die fähig ist, ihnen auf ihren Wegen zu begegnen. Es braucht eine Kirche, die sich in ihr Gespräch einzuschalten vermag. Es braucht eine Kirche, die mit jenen Jüngern zu dialogisieren versteht, die aus Jerusalem fortlaufen und ziellos allein mit ihrer Ernüchterung umherziehen, mit der Enttäuschung über ein Christentum, das mittlerweile als steriler, unfruchtbarer Boden angesehen wird, der unfähig ist, Sinn zu zeugen.

Die unnachsichtige Globalisierung und die intensive Verstädterung, die häufig wild wachsen, haben viel verheißen. Viele haben sich in ihre Möglichkeiten verliebt, und es liegt in ihnen etwas wirklich Positives, wie z.B. die Verringerung der Entfernungen, die Annäherung zwischen den Menschen und den Kulturen. Aber andererseits lebten viele unter den negativen Wirkungen dieser Erscheinungen, ohne sich bewusst zu machen, wie diese die eigene Sicht des Menschen und der Welt beeinträchtigen und eine größere Orientierungslosigkeit schaffen sowie ein Vakuum, das sie sich nicht zu erklären vermögen. Einige dieser Wirkungen sind die Verwirrung hinsichtlich des Lebenssinns, die persönliche Desintegration, der Verlust der Erfahrung, zu irgendeinem „Nest“ zu gehören, das Fehlen eines Bezugspunktes oder tiefer Bindungen.

Und da es keinen gibt, der sie begleitet und mit dem eigenen Leben den Weg zeigt, haben viele Menschen Abkürzungen gesucht, weil der „Maßstab“ der Großen Kirche zu hoch erscheint. Es gibt auch Personen, die das von der Kirche empfohlene Ideal des Menschen und des Lebens anerkennen, aber nicht den Mut haben, es sich zu eigen zu machen. Sie meinen, dieses Ideal sei zu groß für sie, es sei außerhalb ihrer Möglichkeiten; das Ziel, das man anstreben muss, sei unerreichbar. Und doch – sie können nicht leben, ohne wenigstens etwas – und sei es auch nur eine Karikatur – von dem zu haben, was zu hoch und zu fern scheint . Mit der Ernüchterung im Herzen begeben sie sich auf die Suche nach etwas, das sie nochmals enttäuscht, oder sie finden sich mit einer teilweisen Zustimmung ab, die ihnen letztendlich eine Erfüllung ihres Lebens nicht zu geben vermag.

Das starke Gefühl der Verlassenheit und der Einsamkeit, des Fehlens einer Zugehörigkeit sogar zu sich selbst, das häufig aus dieser Situation hervorgeht, ist zu schmerzlich, um verschwiegen zu werden. Es braucht ein Ventil, und dann bleibt der Weg der Klage. Doch auch die Klage wird ihrerseits wie ein Bumerang, der zurückkommt und schließlich das Unglück noch vergrößert. Nur wenige sind noch imstande, auf den Schmerz zu hören; man muss ihn wenigstens betäuben.

Vor diesem Hintergrund braucht es eine Kirche, die fähig ist, Gesellschaft zu leisten, über das einfache Zuhören hinauszugehen; eine Kirche, die den Weg begleitet, indem sie sich mit den Menschen auf den Weg macht; eine Kirche, welche die Nacht, die sich in der Flucht aus Jerusalem von so vielen Brüdern und Schwestern verbirgt, zu entziffern vermag; eine Kirche, die sich bewusst wird, inwiefern die Gründe der Menschen, die weggehen, bereits in sich selbst auch die Gründe für eine mögliche Rückkehr enthalten, doch dafür bedarf es einer mutigen Analyse. Jesus setzt die Herzen der Emmaus-Jünger in Brand.

Ich möchte, dass wir heute uns alle fragen: Sind wir noch eine Kirche, die imstande ist, die Herzen zu erwärmen? Eine Kirche, die fähig ist, nach Jerusalem zurückzuführen? Wieder nach Hause zu begleiten? In Jerusalem wohnen unsere Quellen: Schrift, Katechese, Sakramente, Gemeinschaft, Freundschaft des Herrn, Maria und die Apostel… Sind wir noch fähig, von diesen Quellen so zu erzählen, dass wir die Begeisterung für ihre Schönheit wiedererwecken?

Viele sind gegangen, weil ihnen etwas Höheres, etwas Stärkeres, etwas Schnelleres versprochen wurde.

Aber gibt es etwas Höheres als die in Jerusalem geoffenbarte Liebe? Nichts ist höher als die Erniedrigung des Kreuzes, denn dort wird wirklich die Höhe der Liebe erreicht! Sind wir noch imstande, diese Wahrheit denen zu zeigen, die meinen, die wahre Höhe des Lebens sei woanders?

Kennt man etwas Stärkeres als die in der Schwäche der Liebe, des Guten, der Wahrheit, der Schönheit verborgene Macht der Liebe?

Die Suche nach dem immer Schnelleren zieht den Menschen von heute an: schnelles Internet, schnelle Autos, schnelle Flugzeuge, schnelle Beziehungen… Und doch spürt man ein verzweifeltes Bedürfnis nach Ruhe, ich möchte sagen nach Langsamkeit. Versteht die Kirche noch, langsam zu sein: in der Zeit, zuzuhören, in der Geduld, [Wunden] zu vernähen und [Getrenntes] wieder zusammenzufügen? Oder ist mittlerweile auch die Kirche von der Hektik des Leistungsdrucks fortgerissen? Lasst uns, liebe Mitbrüder, die Ruhe zurückgewinnen, um zu verstehen, den Schritt auf die Möglichkeiten der Pilger, auf den Rhythmus ihres Gehens abzustimmen, lasst uns die Fähigkeit zurückgewinnen, immer in der Nähe zu sein, um ihnen zu erlauben, in der Ernüchterung, die in ihren Herzen herrscht, einen Durchschlupf zu öffnen, durch den man eintreten kann. Sie wollen Jerusalem vergessen, in dem ihre Quellen wohnen, doch dann spüren sie schließlich den Durst. Es braucht eine Kirche, die noch fähig ist, den Rückweg nach Jerusalem zu begleiten! Eine Kirche, die imstande ist, das Herrliche und Freudige, das von Jerusalem gesagt wird, wiederentdecken zu lassen; begreifen zu lassen, dass es meine Mutter, unsere Mutter ist und wir nicht Waisen sind! In Jerusalem sind wir geboren. Wo ist unser Jerusalem, wo sind wir geboren? In der Taufe, in der ersten liebenden Begegnung, im Ruf, in der Berufung![5] Es braucht eine Kirche, die wieder das Feuer bringt, um die Herzen in Brand zu setzen.

Es braucht eine Kirche, die noch fähig ist, vielen ihrer Kinder, die wie in einem Exodus umherziehen, ihr Bürgerrecht zurückzugeben.

4. Die Herausforderungen für die Kirche in Brasilien

Im Licht des Gesagten möchte ich einige Herausforderungen für die geliebte Kirche in Brasilien hervorheben.

Die Priorität der Ausbildung: Bischöfe, Priester, Ordensleute, Laien

Liebe Mitbrüder, wenn wir keine Priester ausbilden, die fähig sind, das Herz der Menschen zu erwärmen, mit ihnen durch die Nacht zu gehen, mit ihren falschen Hoffnungen und Enttäuschungen ins Gespräch zu kommen, ihre Desintegrationen in den sozialen Zusammenhalt zurückzuführen, was können wir dann für den gegenwärtigen und den zukünftigen Weg erhoffen? Es ist nicht wahr, dass Gott in ihnen verdunkelt ist. Lernen wir, mehr in die Tiefe zu blicken: Es fehlen diejenigen, die ihnen das Herz erwärmen wie bei den Emmaus-Jüngern (vgl. Lk 24,32).

Darum ist es wichtig, eine qualifizierte Ausbildung zu fördern und zu pflegen, die Menschen heranbildet, die fähig sind, in die Nacht hinabzusteigen, ohne vom Dunkel durchdrungen zu werden und sich zu verlieren; die falsche Hoffnung vieler anzuhören, ohne sich verführen zu lassen; die Enttäuschungen aufzunehmen, ohne zu verzweifeln und in der Bitterkeit zu versinken; die Desintegration anderer zu berühren, ohne sich in der eigenen Identität auflösen zu lassen und die innere Einheit zu verlieren.

Es braucht eine menschliche, kulturelle, affektive, spirituelle und doktrinelle Standfestigkeit.[6] Liebe Mitbrüder im bischöflichen Dienst, man muss den Mut zu einer tiefgreifenden Revision der Einrichtungen für die Ausbildung und die Vorbereitung des Klerus und des Laientums der Kirche in Brasilien haben. Es reicht nicht, der Ausbildung eine vage Priorität zu geben, sei es durch Dokumente oder durch Priesterfortbildungen. Es bedarf der praktischen Weisheit, im lokalen, regionalen und nationalen Bereich dauerhafte Einrichtungen zur Vorbereitung aufzubauen, die das wahre Herz für den Episkopat sind, unter Einsatz aller Kräfte und ohne es an Aufmerksamkeit und Begleitung fehlen zu lassen. Die augenblickliche Situation verlangt eine qualifizierte Ausbildung auf allen Ebenen. Die Bischöfe können diese Aufgabe nicht delegieren. Ihr dürft diese Aufgabe nicht delegieren, sondern müsst sie übernehmen als etwas Grundlegendes für den Weg eurer Kirchen.

Kollegialität und Solidarität der Bischofskonferenz

Für die Kirche in Brasilien genügt nicht ein nationaler Leader, sondern es braucht ein Netzwerk regionaler „Zeugnisse“, die die gleiche Sprache sprechen und so nicht etwa Einstimmigkeit überall, sondern vielmehr die wahre Einheit in der Vielfalt gewährleisten.

Die Gemeinschaft ist ein Tuch, das mit Geduld und Ausdauer zu weben ist und stufenweise die „Fäden zusammenrückt“, um eine immer ausgedehntere und dichtere Abdeckung zu erlauben. Eine Decke aus wenigen Wollfäden wärmt nicht.

Es ist wichtig, sich an Aparecida zu erinnern, an die Methode, die Verschiedenheit aufzunehmen. Nicht so sehr eine Unterschiedlichkeit der Ideen, um ein Dokument zu erstellen, sondern die Vielfalt der Gotteserfahrungen, um eine lebendige Dynamik in Gang zu bringen.

Die Emmaus-Jünger sind nach Jerusalem zurückgekehrt und haben von der Erfahrung erzählt, die sie in der Begegnung mit dem auferstandenen Christus gemacht hatten. Und dort haben sie Kenntnis erhalten von den anderen Erscheinungen des Herrn und von den Erfahrungen ihrer Brüder. Die Bischofskonferenz ist wirklich ein lebenswichtiger Raum, um solchen Austausch von Zeugnissen über die Begegnungen mit dem Auferstandenen im Norden, im Süden, im Westen… zu ermöglichen. Es ist also nützlich, das lokale und regionale Element in zunehmendem Maße zur Geltung zu bringen. Die zentrale Bürokratie reicht nicht aus: Ein Zuwachs an Kollegialität und an Solidarität ist nötig, und das wird ein wahrer Reichtum für alle sein.[7]

Ein Dauerzustand von Mission und Umkehr in der Pastoral

Aparecida hat von einem Dauerzustand der Mission[8] und von der Notwendigkeit einer Umkehr in der Pastoral gesprochen.[9] Das sind zwei wichtige Ergebnisse jener Versammlung für die gesamte Kirche des Gebietes, und der Weg Brasiliens unter diesen beiden Aspekten ist bedeutungsvoll.

In Bezug auf die Mission ist daran zu erinnern, dass die Dringlichkeit sich aus ihrer inneren Motivation ergibt, das heißt es handelt sich darum, ein Erbe weiterzugeben. Und bezüglich der Methode ist es entscheidend, daran zu erinnern, dass eine Erbschaft so etwas ist wie der Zeuge, so etwas wie der Stab im Staffellauf: Man wirft ihn nicht in die Luft, und wer ihn auffangen kann, gut, und wem es nicht gelingt, der bleibt eben ohne. Um das Erbe weiterzugeben, muss man es persönlich aushändigen und denjenigen, dem man dieses Erbe schenken, an den man es weitergeben will, berühren.

In Bezug auf die Umkehr in der Pastoral möchte ich daran erinnern, dass „Pastoral“ nichts anderes ist als die Ausübung der Mutterschaft der Kirche. Sie gebiert, stillt, lässt wachsen, korrigiert, ernährt, führt bei der Hand… Es braucht also eine Kirche, die fähig ist, den Mutterschoß der Barmherzigkeit wiederzuentdecken. Ohne Barmherzigkeit ist es heute kaum möglich, in eine Welt von „Verletzten“ einzudringen, die Verständnis, Vergebung und Liebe brauchen.

In der Mission, auch in der kontinentalen,[10] ist es sehr wichtig, die Familie zu stärken, die eine wesentliche Zelle für die Gesellschaft und für die Kirche bleibt; die Jugendlichen zu stärken, die das zukünftige Gesicht der Kirche darstellen; die Frauen zu stärken, die eine grundlegende Rolle bei der Weitergabe des Glaubens spielen und die in ihrem täglichen Einsatz eine Kraft für die Gesellschaft bilden, die diese voranbringt und erneuert. Schränken wir den Einsatz der Frauen in der Kirche nicht ein, sondern fördern wir ihre aktive Rolle in der kirchlichen Gemeinschaft. Wenn die Kirche die Frauen verliert, in ihrer totalen und realen Dimension, riskiert sie, unfruchtbar zu werden. Aparecida unterstreicht auch die Berufung und die Mission der Männer in der Familie, in der Kirche und in der Gesellschaft – als Familienväter, als Arbeiter und als Bürger[11]. Zieht diese Ausführungen ernsthaft in Betracht!

Die Aufgabe der Kirche in der Gesellschaft

Im Bereich der Gesellschaft gibt es nur eines, was die Kirche mit besonderer Deutlichkeit verlangt: die Freiheit, das Evangelium unverkürzt zu verkünden, auch dann, wenn es sich der Welt entgegenstellt, auch dann, wenn es unkonventionell ist. Sie verteidigt damit den Schatz, für den sie nur Hüterin ist, und die Werte, über die sie nicht verfügt, sondern die sie empfangen hat und denen sie treu sein muss.

Die Kirche macht ihr Recht geltend, dem Menschen in seiner Ganzheit zu dienen , indem sie ihm sagt, was Gott über den Menschen und seine Verwirklichung offenbart hat , und sie möchte jenes immaterielle Erbe vergegenwärtigen, ohne das die Gesellschaft auseinander fällt und die Städte von ihren eigenen Mauern, Abgründen und Barrieren zugrunde gerichtet würden. Die Kirche hat das Recht und die Pflicht, die Flamme der Freiheit und der Einheit des Menschen nicht verlöschen zu lassen.

Bildung, Gesundheit und sozialer Frieden sind die Dringlichkeiten Brasiliens. Die Kirche hat zu diesen Themen ein Wort mitzureden, denn um diesen Herausforderungen in angemessener Weise zu begegnen, reichen rein technische Lösungen nicht aus, sondern es bedarf einer grundlegenden Sicht des Menschen, seiner Freiheit, seines Wertes und seiner Öffnung für das Transzendente. Und ihr, liebe Mitbrüder, fürchtet euch nicht, diesen Beitrag der Kirche zu leisten, der der gesamten Gesellschaft zugute kommt, und dieses „Mensch gewordene“ Wort auch mit dem persönlichen Zeugnis anzubieten.

Amazonien als Nachweis, als Bewährungsprobe für die brasilianische Kirche und Gesellschaft

Es gibt einen letzten Punkt, auf den ich näher eingehen möchte und den ich als bedeutend ansehe für den augenblicklichen wie den zukünftigen Weg nicht nur der Kirche in Brasilien, sondern auch für das gesamte gesellschaftliche Gefüge: Amazonien. Die Kirche ist in Amazonien nicht wie jemand, der die Koffer in der Hand hat, um abzureisen, nachdem er alles ausgebeutet hat, was er konnte. Von Anfang an ist die Kirche in Amazonien mit Missionaren und Ordenskongregationen, Priestern, Laien und Bischöfen zugegen, und immer noch ist sie anwesend und bestimmend für die Zukunft des Gebietes. Ich denke an die Aufnahme, welche die Kirche in Amazonien heute den haitischen Einwanderern nach dem schrecklichen Erdbeben gewährt, das ihr Land verwüstet hat.

Ich möchte alle einladen, über das nachzudenken, was Aparecida über Amazonien gesagt hat,[12] auch über die nachdrückliche Ermahnung zur Achtung und Bewahrung der gesamten Schöpfung, die Gott dem Menschen anvertraut hat, nicht damit er sie ungezügelt ausbeutet, sondern damit er sie zu einem Garten macht. In der pastoralen Herausforderung, die Amazonien darstellt, kann ich nur danken für das, was die Kirche in Brasilien tut: Die 1997 geschaffene Bischofskommission für Amazonien hat bereits reiche Frucht gebracht, und viele Diözesen haben schnell und großherzig auf die Bitte um Solidarität geantwortet, indem sie Laien und Priester als Missionare entsandt haben. Ich danke Bischof Jayme Chemello, dem Pionier dieser Arbeit, und Kardinal Hummes, dem augenblicklichen Präsidenten der Kommission. Doch ich möchte hinzufügen, dass das Werk der Kirche weiter gefördert und lanciert werden muss. Es werden qualifizierte Ausbilder gebraucht, vor allem geistliche Begleiter und Theologie-Professoren, um die auf dem Gebiet der Ausbildung eines einheimischen Klerus erzielten Ergebnisse zu festigen, auch um Priester zu haben, die für die örtlichen Bedingungen geeignet sind, und sozusagen das „amazonische Gesicht“ der Kirche zu stärken. Für dieses Anliegen bitte ich euch, mutig zu sein, parrhesia – Freimut – zu haben! In der Mundart „porteño“ [von Buenos Aires] würde ich euch sagen, corajudos – unerschrocken – zu sein.

Liebe Mitbrüder, ich habe versucht, euch in brüderlicher Weise Überlegungen und Leitlinien für die Arbeit in einer Kirche wie der in Brasilien zu geben, die ein großes Mosaik aus kleinen Steinchen, Bildern, Formen, Problemen und Herausforderungen ist, die aber gerade deshalb einen großen Reichtum in sich birgt. Die Kirche ist niemals Uniformität, sondern umfasst Verschiedenheiten, die in der Einheit miteinander harmonieren, und das gilt für jede kirchliche Wirklichkeit.

Möge die Unbefleckte Jungfrau von Aparecida der Stern sein, der euren Einsatz und euren Weg erleuchtet, um, wie sie es gemacht hat, Christus zu jedem Mann und jeder Frau eures riesigen Kontinents zu bringen. Er selbst wird wie bei den beiden verlorenen und enttäuschten Jüngern von Emmaus die Herzen erwärmen und neue, sichere Hoffnung schenken.


[1] Das Dokument von Aparecida hebt hervor, dass die Kinder, die Jugendlichen und die alten Menschen die Zukunft der Völker aufbauen (vgl. Nr. 447).

[2] Ich denke an viele Gestalten wie – um nur einige von ihnen zu nennen – Lorscheider, Mendes de Almeida, Sales, Vital, Camara, Macedo… zusammen mit dem ersten brasilianischen Bischof Pero Fernandes Sardinha (1551/1556), der von kriegerischen  örtlichen Stämmen ermordet wurde.

[3] Letter of 26 January 1833, in: The letters and Diaries of John Henry Newman, Bd. III, Oxford 1979, S. 204.

[4] Im Dokument von Aparecida werden die Grundmotive dieses Phänomens zusammenfassend dargestellt (vgl. Nr. 225).

[5] Vgl. auch die vier vom Aparecida-Dokument angegebenen Punkte (Nr. 226).

[6] Im Dokument von Aparecida wird der Ausbildung des Klerus wie auch der Laien eine große Beachtung geschenkt (vgl. Nrn. 316-325; 212).

[7] Auch zu diesem Aspekt bietet das Dokument von Aparecida wichtige Wegweisungen (vgl. Nrn. 181-183; 189).

[8] Vgl. Nr. 216.

[9] Vgl. Nrn. 365-372.

[10] Die Schlussfolgerungen der Konferenz von Aparecida beharren auf dem Gesicht einer Kirche, die von Natur aus missionarisch ist, die existiert, um kühn und frei auf allen Ebenen das Evangelium zu verkünden.

[11] Vgl. Nrn. 459-463.

[12] Vgl. besonders die Nrn. 83-87 und unter dem Gesichtspunkt einer einheitlichen Pastoral die Nr. 475.